Es probable que
este nombre no te suene de nada y, aun así, los has visto y utilizado en
numerosas ocasiones. Se trata de un dispositivo mecánico que sirve para
cerrar puertas de manera controlada, evitando el golpe. Los más comunes
suelen colocarse en la parte superior del marco, en el lateral de la puerta
perteneciente a las bisagras. Este conecta con la propia puerta y, en el
momento de ser abierta, la fuerza del movimiento queda almacenada en el propio
dispositivo, que la utiliza para devolverla a su posición inicial de una forma
suave.
Gracias a este
mecanismo, no solo nos despedimos de los molestos portazos que resuenan en el
recibidor, sino que es posible controlar el cierre de cualquier puerta, impidiendo
que quede abierta.
Además de los
típicos cierrapuertas de brazo mecánico, existen muchos otros tipos, cada uno
de ellos con unas características concretas adaptadas a las necesidades del
usuario.